viernes, 13 de julio de 2007

NIKITA

(Fragmento)
La experiencia diaria de Lía no incluía la necesidad o la pobreza. Su universo estaba hecho de pequeñas bendiciones de ésas que uno no se da cuenta que tiene a menos que las vea peligrar. La suya era una realidad paralela a las otras realidades de las otras gentes, hecha de pedazos de momentos de cada día, que simplemente están porque están y que uno no analiza. Sus mayores problemas eran tener tres exámenes el mismo día o tratar de no repetir combinaciones de ropa para ir a la facultad. Altas y bajas de humor, altas y bajas de peso. Más que superficialidad, la suya era una normalidad involuntaria. Nadie es culpable de la realidad del otro. Somos lo que somos.
Fue así como un día — en nada diferente a otros, — los ojos de Ernesto se le atravesaron en el camino a Lía, junto con su vida tan compleja, su mente tan rebelde y su creencia desesperada en que todos tenemos la misión de cambiar el mundo dejando pedazos de nosotros mismos a cada paso que damos. Y ese día, Lía se dio cuenta, al fin, de que la vida está llena de cosas que no estábamos esperando.
Ernesto y Lía eran tan diferentes que casi todo lo del otro les era desconocido. Ella no entendía mucho de izquierdismo ni de pensamiento socialista, pero Ernesto hizo que Marx y Engels perdieran un poco su fama de demonios y tuvieran algo más de humanos. Ella por su lado trató de enseñarle que un par de jeans nuevos y un corte de pelo no podían hacer ni más ricos a los dueños de las compañías transnacionales, ni más pobres a los haitianos, ni remediaría la hambruna ni analfabetismo en algún reino africano.

Para obtener un ejemplar de "Demencia temporal" escríbeme a klenya@yahoo.com

No hay comentarios: